martes, 10 de septiembre de 2013

¿Quién dice que el sexo no vende?

Imagen1El pasado 25 de agosto medio mundo tuvo la oportunidad de ver en directo a través del canal de televisión por cable MTV, los Video Music Awards (Premios a los Videos Musicales) que otorga anualmente esta cadena. Este año el show, realizado desde el Barclays Center en Brooklyn, fue aclamado por las presentaciones de Lady Gaga, Justin Timberlake y Katy Perry, pero el hecho que capturó al momento la atención de millones de espectadores y medios de prensa fue la despampanante actuación de Miley Cyrus y Robin Thicke.

Haciendo desmedido uso de una fórmula popularizada por Madonna, la joven de 20 años, antigua chica Disney, realizó un baile (demasiado) erótico junto a su compañero Robin Thicke, en un atuendo nudista. Al ritmo de sus respectivas canciones de moda: “We Can’t Stop” y “Blurred Lines”, dejaron con la boca abierta a más de una persona que nunca se imaginó ver a la popular Hannah Montana en esas pintas.

La pregunta pertinente es: ¿fue esta actuación solo una muestra de rebeldía e irrespeto por las reglas de la decencia? Entonces creo que la respuesta vendría siendo un NO. Estimados lectores, solo con informarles de que la actividad asociada al nombre Miley Cyrus en la internet subió en un 112%, resulta bastante obvio de lo que se trataba todo.

Imagen2Es una verdad más grande que Roma que el sexo y el escándalo mediático venden, y venden mucho. Esto fue aplicado en primer lugar por la “iniciadora del movimiento”: Madonna, y luego por sus incontables aprendices, entre las que contamos a Britney Spears, Christina Aguilera y por supuesto, la artista que ha mantenido a la prensa durante cinco años pendientes de su vestuario: Lady Gaga.

Si vamos a ser completamente justos, no toda la carga de culpa reside en Cyrus; la televisora y los productores del show sabían de antemano lo que iba a ocurrir allí y por supuesto que lo permitieron. Es completamente inaceptable que una cadena de alcance transnacional como MTV continúe explotando sexualmente a jóvenes cantantes, promoviendo estos tipos de actuaciones.

Muchas personalidades se expresaron al respecto en la red social Twitter, entre ellos la actriz Lisa Rinna quien encontró reminiscencias en su actuación al porno japonés. Además se pronunciaron el director Judd Apatow, el actor James Van der Beek y la actriz Brooke Sheilds, quien calificó a Miley de desesperada e inapropiada.

Otros que se apresuraron a mostrar su desaprobación fueron los integrantes del Consejo de Padres para Televisión, una entidad reguladora de los contenidos que se emiten en televisión nacional, quienes dijeron estar enfurecidos con la decisión de MTV de dejar a Cyrus salir así en frente de millones de adolescentes espectadores.

Imagen3Pero en realidad, más allá de estar buscando un culpable, deberíamos parar a reflexionar sobre cómo hemos llegado a este punto. El siglo XXI, el apogeo del star system, una sociedad acelerada, donde la fama es lo que importa, el ser reconocido a gran escala, y donde tristemente, la fama dura cada vez menos.

Según datos estadísticos de estudios sociológicos, en la década que estamos viviendo, la fama se alcanza a edades cada vez más tempranas, y no suele durar mucho tiempo. Claro ejemplo de esto resultan artistas como los Jonas Brothers, Justin Bieber, Willow Smith, y por supuesto, la tríada Disney del 2000, Selena Gómez, Demi Lovato y Miley Cyrus.

Una vez alcanzado el reconocimiento mundial, imagino que debe ser muy difícil renunciar a él, lo que lleva a actitudes desesperadas como la que presenciamos todos en los VMA’s de este año.

¿La solución? Continuar luchando por no dejar que se difuminen todos los límites que nos mantienen como sociedad. Luchar por la decencia, y el respeto mínimo entre personas. No se trata de vivir en las costumbres y el recato del pasado, pero tampoco de volver a la Comunidad Primitiva. Tratemos de no hacer negocio de los instintos más primarios y animales del hombre. Y sobre todo, dejemos de vulgarizar el arte.

miércoles, 9 de enero de 2013

Soledad entre la muchedumbre



Un P2 que no da más, un calor sofocante, gritos y apretazón entre cientos de personas que te aplastan con sus problemas y su “mala leche”. Adentro se respira la tensión, el apuro, el obstine, y un poco, sí, un poco de soledad. Bien al centro, muy cerca del “acordeón”, debajo de un brazo peludo que la ahoga, hibridándose con el tubo del que va agarrada, hay una esbelta muchacha que se siente sola, muy sola.
Su cuerpo es de una belleza helénica, al punto que haría palidecer de vergüenza a la Venus de Milo. Cualquiera diría que nació con todas las papeletas en la rifa de la vida. No hay un día en que las botellas se le resistan, no hay un día que no la lleven hasta la puerta de la casa o más allá si ella así lo deseara. Posee la facilidad de rendir a los hombres a sus pies con solo usar la ropa un poco más arriba de la rodilla.
Son sus nalgas dos joyas del baile, lírica del tacto, poemas escritos por la naturaleza en puro braille. Es la envidia de la facultad cada vez que llega a una fiesta montada en un par de tacones que evocan al Empire State de cabeza. Pero ella sabe que eso no lo es todo, que eso no le va a durar siempre. Se siente vulnerable y confusa sobre los sentimientos que inspira.
Lo que debiera ser una razón de orgullo se trastoca en una maldición eterna (y disculpen por el dramatismo de la frase) que nunca le ha permitido saber hasta qué punto es verdadero el amor que le profesan. Ese par de corazas para la autoestima se han convertido en el primerísimo primer plano que se hace visible cuando alguien la mira por primera vez. De nada, o casi nada, sirven su vastísima cultura, su conversación inteligente o su forma de ver la vida.
Hoy cogió la guagua porque quería ser una más del montón, quería mimetizarse con el gran grupo, quería un tiempo para no resaltar. Hace tiempo que anhela ser ella, que no la juzguen por su físico, que la busquen por lo que lleva adentro, por quien ella verdaderamente es.
Hoy lo que pasa por su mente recuerda una triste canción de Sabina, que se reduce a una frase que le viene a la cabeza una y otra vez: soledad en medio de la muchedumbre.