Un P2 que no da más, un calor sofocante, gritos y apretazón entre
cientos de personas que te aplastan con sus problemas y su “mala leche”. Adentro
se respira la tensión, el apuro, el obstine, y un poco, sí, un poco de soledad.
Bien al centro, muy cerca del “acordeón”, debajo de un brazo peludo que la
ahoga, hibridándose con el tubo del que va agarrada, hay una esbelta muchacha
que se siente sola, muy sola.
Su cuerpo es de una belleza helénica, al punto que haría
palidecer de vergüenza a la Venus de Milo. Cualquiera diría que nació con todas
las papeletas en la rifa de la vida. No hay un día en que las botellas se le
resistan, no hay un día que no la lleven hasta la puerta de la casa o más allá
si ella así lo deseara. Posee la facilidad de rendir a los hombres a sus pies
con solo usar la ropa un poco más arriba de la rodilla.
Son sus nalgas dos joyas del baile, lírica del tacto, poemas
escritos por la naturaleza en puro braille. Es la envidia de la facultad cada
vez que llega a una fiesta montada en un par de tacones que evocan al Empire
State de cabeza. Pero ella sabe que eso no lo es todo, que eso no le va a durar
siempre. Se siente vulnerable y confusa sobre los sentimientos que inspira.
Lo que debiera ser una razón de orgullo se trastoca en una
maldición eterna (y disculpen por el dramatismo de la frase) que nunca le ha
permitido saber hasta qué punto es verdadero el amor que le profesan. Ese par
de corazas para la autoestima se han convertido en el primerísimo primer plano
que se hace visible cuando alguien la mira por primera vez. De nada, o casi
nada, sirven su vastísima cultura, su conversación inteligente o su forma de
ver la vida.
Hoy cogió la guagua porque quería ser una más del montón,
quería mimetizarse con el gran grupo, quería un tiempo para no resaltar. Hace
tiempo que anhela ser ella, que no la juzguen por su físico, que la busquen por
lo que lleva adentro, por quien ella verdaderamente es.
Hoy lo que pasa por su mente recuerda una triste canción de
Sabina, que se reduce a una frase que le viene a la cabeza una y otra vez:
soledad en medio de la muchedumbre.