Son las ideas que motivaron a Benedetti a escribir estos versos las que nos hacen cuestionarnos: ¿Dónde está el Che? ¿A qué lo han reducido? ¿Es aún ese caballero sin miedo y sin tacha del que escribió la poetisa, o una pésima imitación que viaja el mundo, lo mismo en un pulóver que en un llavero? El afán de lucro ha transformado a uno de los rostros de América en un rentable negocio.
La figura histórica del Guerrillero Heroico ha pasado a ser sucesivamente un héroe, un símbolo, un mito y más recientemente, un ícono mercantil; y es que mientras en muchos países su imagen aún representa los ideales de una juventud progresista y revolucionaria, y encabeza manifestaciones desde una bandera; en otras ocasiones es llevado y traído, como un souvenir, en mochilas, gorras, cajetillas de cigarros, bebidas e incluso bikinis.
Cuba no escapa a este fenómeno, e incluso se podría afirmar que es uno de los países donde más se explota el atractivo comercial del Che, comenzando por la institución Promociones Artísticas y Literarias S.A. (Artex) y culminando en los artesanos cuyas ventas van dirigidas al sector turístico.
A pesar de la consabida importancia que tiene el turismo en nuestro país como principal renglón económico, no considero una decisión acertada la utilización del impacto y renombre universal del guerrillero argentino como una estrategia de mercado para elevar la venta de artículos artesanales.
El propio hecho de ponerle un precio a su imagen lo despoja de su dimensión de luchador y combatiente revolucionario. Poco a poco lo convierte en un apéndice a la lista de estereotipos que ya definen a Cuba en el mundo: ron, tabaco y mulatas.
Si analizamos el problema desde su raíz debemos tomar en consideración las opiniones de varios estudiosos del tema, quienes afirman que la industria cultural transformó la silueta del comandante en un mito, con el objetivo de desvanecer su pensamiento desde el propio año 1967.
Desde que se comenzó a saturar el mercado con su estampa para tratar de desgastarla, la persona del Che ha dado paso a un ícono incontrolable, que se multiplica siguiendo las reglas del libre comercio global, ajeno a las ideas por las que él mismo luchó.
El elemento utilizado con más frecuencia es la imagen tomada por Alberto Korda en marzo de 1960, en el entierro de las víctimas de la explosión de La Coubre, y denominada por el Instituto de Arte de Maryland, Estados Unidos, como "la más famosa fotografía e icono gráfico del mundo en el siglo XX".
Cuando el irlandés Jim Fitzpatrick realizó una versión modificada del retrato, en blanco y negro, que es actualmente una de las más reproducidas, Korda nunca exigió derechos de autor. Sin embargo, sí los reclamó una vez para evitar que la imagen fuese usada en un anuncio de vodka. El fotógrafo nunca permitió que se comercializase con la figura del guerrillero.
Por el contrario, su voluntad ha sido cualquier cosa menos respetada, ya que actualmente el mercado internacional se encuentra saturado de un Che reducido a mercancía, con elementos como un perfume para hombres que lleva su nombre, o un tipo de fosforera norteamericana muy famosa que utiliza su imagen, al igual que varios anuncios de una marca de vodka llamada Smirnoff.
La solución está, al menos en nuestra isla, en no darle tanta prioridad a la promoción de su imagen, sino más bien de su historia y sus ideales, porque hay aún quien lleva su rostro tatuado y piensa que era cubano de nacimiento, o incluso ignora cuán grande fue de corazón y profundo de pensamiento.
Solo rescatando lo que significa y representa verdaderamente Ernesto Guevara para Latinoamérica y el mundo, podremos detener el alud mercantil que se propone reducirlo a un producto más en la vorágine de una sociedad de consumo.
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