martes, 10 de septiembre de 2013

¿Quién dice que el sexo no vende?

Imagen1El pasado 25 de agosto medio mundo tuvo la oportunidad de ver en directo a través del canal de televisión por cable MTV, los Video Music Awards (Premios a los Videos Musicales) que otorga anualmente esta cadena. Este año el show, realizado desde el Barclays Center en Brooklyn, fue aclamado por las presentaciones de Lady Gaga, Justin Timberlake y Katy Perry, pero el hecho que capturó al momento la atención de millones de espectadores y medios de prensa fue la despampanante actuación de Miley Cyrus y Robin Thicke.

Haciendo desmedido uso de una fórmula popularizada por Madonna, la joven de 20 años, antigua chica Disney, realizó un baile (demasiado) erótico junto a su compañero Robin Thicke, en un atuendo nudista. Al ritmo de sus respectivas canciones de moda: “We Can’t Stop” y “Blurred Lines”, dejaron con la boca abierta a más de una persona que nunca se imaginó ver a la popular Hannah Montana en esas pintas.

La pregunta pertinente es: ¿fue esta actuación solo una muestra de rebeldía e irrespeto por las reglas de la decencia? Entonces creo que la respuesta vendría siendo un NO. Estimados lectores, solo con informarles de que la actividad asociada al nombre Miley Cyrus en la internet subió en un 112%, resulta bastante obvio de lo que se trataba todo.

Imagen2Es una verdad más grande que Roma que el sexo y el escándalo mediático venden, y venden mucho. Esto fue aplicado en primer lugar por la “iniciadora del movimiento”: Madonna, y luego por sus incontables aprendices, entre las que contamos a Britney Spears, Christina Aguilera y por supuesto, la artista que ha mantenido a la prensa durante cinco años pendientes de su vestuario: Lady Gaga.

Si vamos a ser completamente justos, no toda la carga de culpa reside en Cyrus; la televisora y los productores del show sabían de antemano lo que iba a ocurrir allí y por supuesto que lo permitieron. Es completamente inaceptable que una cadena de alcance transnacional como MTV continúe explotando sexualmente a jóvenes cantantes, promoviendo estos tipos de actuaciones.

Muchas personalidades se expresaron al respecto en la red social Twitter, entre ellos la actriz Lisa Rinna quien encontró reminiscencias en su actuación al porno japonés. Además se pronunciaron el director Judd Apatow, el actor James Van der Beek y la actriz Brooke Sheilds, quien calificó a Miley de desesperada e inapropiada.

Otros que se apresuraron a mostrar su desaprobación fueron los integrantes del Consejo de Padres para Televisión, una entidad reguladora de los contenidos que se emiten en televisión nacional, quienes dijeron estar enfurecidos con la decisión de MTV de dejar a Cyrus salir así en frente de millones de adolescentes espectadores.

Imagen3Pero en realidad, más allá de estar buscando un culpable, deberíamos parar a reflexionar sobre cómo hemos llegado a este punto. El siglo XXI, el apogeo del star system, una sociedad acelerada, donde la fama es lo que importa, el ser reconocido a gran escala, y donde tristemente, la fama dura cada vez menos.

Según datos estadísticos de estudios sociológicos, en la década que estamos viviendo, la fama se alcanza a edades cada vez más tempranas, y no suele durar mucho tiempo. Claro ejemplo de esto resultan artistas como los Jonas Brothers, Justin Bieber, Willow Smith, y por supuesto, la tríada Disney del 2000, Selena Gómez, Demi Lovato y Miley Cyrus.

Una vez alcanzado el reconocimiento mundial, imagino que debe ser muy difícil renunciar a él, lo que lleva a actitudes desesperadas como la que presenciamos todos en los VMA’s de este año.

¿La solución? Continuar luchando por no dejar que se difuminen todos los límites que nos mantienen como sociedad. Luchar por la decencia, y el respeto mínimo entre personas. No se trata de vivir en las costumbres y el recato del pasado, pero tampoco de volver a la Comunidad Primitiva. Tratemos de no hacer negocio de los instintos más primarios y animales del hombre. Y sobre todo, dejemos de vulgarizar el arte.

miércoles, 9 de enero de 2013

Soledad entre la muchedumbre



Un P2 que no da más, un calor sofocante, gritos y apretazón entre cientos de personas que te aplastan con sus problemas y su “mala leche”. Adentro se respira la tensión, el apuro, el obstine, y un poco, sí, un poco de soledad. Bien al centro, muy cerca del “acordeón”, debajo de un brazo peludo que la ahoga, hibridándose con el tubo del que va agarrada, hay una esbelta muchacha que se siente sola, muy sola.
Su cuerpo es de una belleza helénica, al punto que haría palidecer de vergüenza a la Venus de Milo. Cualquiera diría que nació con todas las papeletas en la rifa de la vida. No hay un día en que las botellas se le resistan, no hay un día que no la lleven hasta la puerta de la casa o más allá si ella así lo deseara. Posee la facilidad de rendir a los hombres a sus pies con solo usar la ropa un poco más arriba de la rodilla.
Son sus nalgas dos joyas del baile, lírica del tacto, poemas escritos por la naturaleza en puro braille. Es la envidia de la facultad cada vez que llega a una fiesta montada en un par de tacones que evocan al Empire State de cabeza. Pero ella sabe que eso no lo es todo, que eso no le va a durar siempre. Se siente vulnerable y confusa sobre los sentimientos que inspira.
Lo que debiera ser una razón de orgullo se trastoca en una maldición eterna (y disculpen por el dramatismo de la frase) que nunca le ha permitido saber hasta qué punto es verdadero el amor que le profesan. Ese par de corazas para la autoestima se han convertido en el primerísimo primer plano que se hace visible cuando alguien la mira por primera vez. De nada, o casi nada, sirven su vastísima cultura, su conversación inteligente o su forma de ver la vida.
Hoy cogió la guagua porque quería ser una más del montón, quería mimetizarse con el gran grupo, quería un tiempo para no resaltar. Hace tiempo que anhela ser ella, que no la juzguen por su físico, que la busquen por lo que lleva adentro, por quien ella verdaderamente es.
Hoy lo que pasa por su mente recuerda una triste canción de Sabina, que se reduce a una frase que le viene a la cabeza una y otra vez: soledad en medio de la muchedumbre.

miércoles, 4 de julio de 2012

Burocracia sobre ruedas...


Cuba, una tierra dominada por vetustos “almendrones”, y autos de obsoleta fabricación soviética como Ladas y Moskvitch, acaba de empezar a abrirse al mercado automotor moderno.
Hasta hace poco tiempo, los cubanos solo podíamos comprar y vender los modelos existentes de antes del Triunfo de la Revolución, casi todos de manufactura estadounidense, los popularmente llamados “almendrones”.
En respuesta a la creciente demanda popular, desde octubre pasado las autoridades permitieron la compra y venta de autos modernos, así como la capacidad de poseer más de un carro, sin importar el año en que fueron fabricados.
Pero el progreso logrado gracias al Decreto 292 del Consejo de Ministros se ha visto entorpecido por la degradante acción del burocratismo. Como primer eslabón de la cadena aparecen las regulaciones y trabas que fueron impuestas al proceso de adquisición o transmisión de la propiedad de vehículos.
El documento oficial emitido dejó establecidos tres grandes grupos de ciudadanos: quienes podrán comprar un auto totalmente nuevo, los que únicamente podrán adquirirlo de otro cubano y los que se deben contentar con alquilar uno.
Solo podrán conseguir carros completamente nuevos en entidades comercializadoras, los cubanos que obtengan ingresos en divisas o pesos convertibles por «su trabajo en funciones asignadas por el Estado o en interés de éste».
Esta distribución, que pone en duda el respeto a la igualdad de oportunidades, no esclarece por qué un médico que lleva ahorrando toda su vida (no importa si ha salido de misión internacionalista o no), no puede comprar un auto con 0 kilómetros recorridos, mientras un músico de moderado renombre puede hacerlo con total efectividad y cuando lo desee.
Pero más allá de la diferencia que establece la legislación entre los ciudadanos, el verdadero problema radica en las reglamentaciones que estrechan, y casi asfixian, las posibilidades de adquirir un vehículo.
Según el texto publicado en la Gaceta Oficial de la República, en su edición extraordinaria número 31, solo se podrá comprar un auto con una autorización del Ministerio de Transporte, la cual solo se le entregará «una vez cada cinco años» a una misma persona.
Además, la cantidad de ventas semanales está limitada a solo 20 automóviles modernos, lo que ralentiza demasiado el proceso para quienes no estén muy «adelantados en la cola». Restricción esta en la que juega un papel determinante la escasa presencia de empresas comercializadoras foráneas en Cuba.
Esta serie de limitaciones producto de la burocracia institucional, han derivado (como era de esperarse) en un complejo laberinto de ilegalidades y subterfugios, muy útil para quienes desean evadir los obstáculos establecidos a la compra, y para los funcionarios que han visto en ellos una posible fuente de lucro.
Estos empleados-parásitos están en toda la disposición del mundo a facilitarle los trámites, agilizar su espera, e incluso conseguirle una autorización “en regla” para que usted pueda adquirir su carro, pero ¿a qué precio?
Cuando uno «arriesga su puesto de trabajo» está obligado a exigir una alta remuneración por ello, ¿no es así? Pues las jugosas recompensas que se llevan a sus bolsillos estos personajes llegan a alcanzar los 500 pesos convertibles por cada «caso resuelto», lo que representa 40 veces más el salario promedio de un trabajador cubano.
Es cierto que las costos de su servicio pueden llegar a ser bastante flexibles, pero esto no justifica que exista una parte del sector administrativo enriqueciéndose por algo tan ilógico como los excesos regulatorios impuestos sobre la ley para la compra-venta de automóviles, cuando las transacciones de inmuebles se han convertido en un proceso tan sencillo.
Se hace imperioso soltar un poco las amarras del barco, relajar los excesos de control innecesarios, y de esta forma cortarle las alas a esos funcionarios que se dan a la buena vida aprovechándose de la necesidad de sus congéneres. Al mismo tiempo, es ineludible abrir más el país a las firmas extranjeras, para así lograr satisfacer la amplia demanda que existe en el mercado automotriz cubano.
Por el momento, los cubanos de a pie seguiremos en nuestro transporte público, «luchando nuestras botellas», y esperando por el día en que se le ponga freno a toda esa burocracia que aún marcha sobre ruedas.

lunes, 2 de julio de 2012

Te quiero... ya no te quiero


En Cuba 64 de cada 100 matrimonios acaban en divorcio según los últimos datos publicados por el Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (CEDEM), siendo este el índice de divorcialidad más alto de América Latina.

La Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) informa que la proporción entre divorcios y matrimonios casi se triplicó desde 1970, cuando solo 22 de cada 100 uniones terminaban disueltas. Es un fenómeno relacionado a la proporcional disminución de la tasa de nupcialidad cubana, la cual experimentó un pico entre 1991 y 1992, luego de lo cual comenzó un acelerado descenso que se mantiene hasta nuestros días.

En la actualidad cerca del 35% de la población cubana es casada, y existe una alta tasa de uniones sin papeles oficiales (consensuales), pero el promedio de duración marital es solo de 10 a 15 años, considerados como enlaces poco duraderos.

La publicación del CEDEM titulada Cuba: Población y desarrollo refiere como posibles elementos explicativos los cambios ocurridos en la posición social de la mujer a partir de 1959 que se materializaron en la elevación de su nivel cultural, su mayor participación en el empleo con la consecuente independencia económica, y la mayor aceptación social de la condición de divorciada.

“Ya las mujeres no dependen tanto del matrimonio como antes del triunfo revolucionario, cuando era imprescindible que se casaran para obtener posición y sustento. Ahora vemos como una fémina puede llevar perfectamente su casa y su vida profesional, e incluso encargarse por sí sola de la crianza de los hijos”, refirió Eduardo O’Farrill León, jubilado de 70 años.

Los investigadores coinciden en reconocer como causas generales de este fenómeno social, el hacinamiento de varias generaciones en un mismo hogar, las malas condiciones constructivas de las viviendas y los problemas económicos y sociales, además de la violencia doméstica y los conflictos de comunicación en la pareja.

Mayra Vázquez, divorciada ya tres veces, afirma que dos de sus relaciones terminaron por problemas de convivencia relacionados con los padres de sus esposos, y en su opinión este es un aspecto importante para que un matrimonio funcione.
“Una pareja necesita de su propio espacio, de su privacidad. El amor y la comprensión son fundamentales, pero se hacen insignificantes cuando no existen las condiciones materiales mínimas necesarias para una unión conyugal”, comenta.
La psiquiatra Ileana Trevín considera que el incremento del número de divorcios es un factor preocupante en nuestra sociedad, que se debe en gran medida al matrimonio en edades cada vez más jóvenes, la ausencia de preparación de los individuos para asumir la relación de pareja, la mutua incomprensión, la falta de afinidades y proyectos comunes, los celos y la infidelidad.
Sin embargo, no todos los especialistas ponen cara de preocupación ante el hecho, y tampoco una parte de los habitantes de Cuba lo ve con los tintes de drama que acompañara a dicho suceso en épocas pasadas.
La doctora Patricia Arés Muzio, de la facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, subraya en su investigación Género, pareja y familia en Cuba. Conservación de una identidad cultural o creación de nuevos valores, que a pesar del incremento de divorcios y de otros indicadores que hoy signan la vida de los hogares, “el concepto de familia en nuestro país no está en crisis, sino más bien los modelos tradicionales transmitidos a través de la cultura, los que ya no son funcionales a las demandas de la sociedad actual.”
“La idea del matrimonio como destino para toda la vida o «hasta que la muerte nos separe» ha sido sustituida por la de un proyecto en común que durará lo que dure el amor”, sentencia la doctora María Elena Benítez Pérez, del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana, en su investigación Cambios sociodemográficos de la familia cubana en la segunda mitad del siglo XX.
A tal punto hoy deja de concebirse el divorcio como asunto traumático, que aunque las separaciones se incrementan, también lo hace el número de personas que deciden volver a casarse luego de un primer y hasta de un segundo rompimiento. De ahí que, como asegura la doctora Benítez, “el matrimonio ha perdido estabilidad, pero no su atractivo”.
“Divorciarse en Cuba no tiene las mismas implicaciones que en otras geografías, donde quedan en juego propiedades o pensiones vitalicias. En otras sociedades una boda es también un contrato legal que, en caso de ruptura obliga a proteger y compensar económicamente al cónyuge más desfavorecido por la separación, adjudicar préstamos o deudas pendientes y dar fin al régimen económico matrimonial.”
La disolución marital se estableció oficialmente en Cuba en 1917 cuando se dictó la Ley del divorcio vincular. Con anterioridad, este era canónico y establecía la separación solo de los cuerpos, nunca del vínculo conyugal.
Este suceso fue bastante precoz para nuestro contexto histórico, ya que en América Latina no era todavía algo aceptado, por lo que Cuba puede compararse con países como Francia y Estados Unidos. Otros países como Italia y España no admitieron el divorcio hasta la década de 1980, cuando lo permitió la Iglesia Católica.

viernes, 8 de junio de 2012

Sin pedir permiso


A Ofelia la conocí una tarde de 2006. Llovía a cántaros y, tratando de salvar unos pocos papeles que llevaba, entré al portal sin siquiera pedir permiso. A los quince minutos estaba sentado en un sillón de la sala, seco y con un vaso de jugo de mango entre las manos.
Me habló con total naturalidad, como si me conociera de toda la vida. Me comentó con una amplia sonrisa, de esas que iluminan el alma cuando provienen de un rostro surcado de arrugas: “¡Qué clase de aguacero! ¡Parece que no va a dejar de llover nunca!”.
Aquel día fue el inicio de algo que hubiésemos podido llamar amistad. Comencé a ir con frecuencia a su casa, ella disfrutaba de mi compañía y yo de sus historias. Como Ofelia acostumbraba dejar la puerta de la casa abierta, yo casi siempre entraba, sin pedir permiso, y la sorprendía sentado ya en la sala, dispuesto a hacerla olvidarse de su terrible soledad por un tiempo.
Solía colarme un poquito de café y ofrecerme lo que tuviera por el refrigerador, antes de sumergirse en una larguísima conversación, que una vez empezada no tenía para cuando acabar.
Ofelia nació una triste tarde del mes de agosto de 1933, cuando en las calles, a fuerza de tiros y coraje, los jóvenes enfrentaban al tirano. No tuvo lindas telas que la recibieran y mucho menos una partera. No merecía esos lujos.
La pobreza apretaba el corazón, pero aún así su madre decidió tenerla. «De todas maneras donde comen siete, comen ocho», repetía ante las exclamaciones de quienes conocían las extremas carencias que padecía aquella familia de negros.
Sus abuelos vinieron a Cuba como esclavos cerca de 1872, cuando los cubanos se batían a pleno machete en Oriente, «pero en Occidente era otra cosa, mijito, allá a nadie le importaba na’» Catorce años después, cuando abolieron la esclavitud, ya ellos se habían ido a la manigua, a luchar en la guerra de Martí, Gómez y Maceo.
Pero aquello no resultó como esperaban, después vino la República y todo poco a poco volvió a ser lo mismo. Los negros por un lado y los blancos por otro, y ya ellos estaban muy cansados de luchar.
A la abuela no le gustaba entristecerla con esas cosas, más bien procuraba narrarle historias de grandes señores y las indiscreciones que cometían a escondidas de sus refinadas señoras. Aunque sus preferidas eran las de aparecidos y desparecidos, esos cuentos de camino que solazaban las largas noches de quinqué y mosquitos.
Las narraciones se sucedieron por varias semanas. Prácticamente me volví adicto a escucharlas, a la vez que sentía cómo devolvía el sentido, con mis visitas, a la vida de aquella pobre negra sola con sus recuerdos. Primero iba una vez por semana, después un día sí y uno no.
Una tarde, Ofelia no estaba. Había muerto la mañana antes y la habían enterrado de inmediato. No tenía familiares vivos. Su esposo murió en la Sierra y a sus dos hijos los asesinaron durante la Campaña de Alfabetización.
Sentí una rara mezcla de culpa y tranquilidad, me dolió no haberle dedicado más de mi tiempo, pero al menos sabía que iba a descansar de esa terrible soledad que se cernía sobre ella desde hacía años.
Ese día me reconfortó recordar su risa franca de particular sabor criollo, su manera de hablar, llena de jocosas expresiones, su dulce café y su mirada, esa mirada tan cansada y a la vez rebosante de vida.
No volví más por aquella casa. Ciertamente desconozco lo que sucedió después con aquel lugar. Desde entonces la visito en su nueva morada, para que me siga contando sus historias con aquel afecto maternal con que lo hacía en vida. La primera vez que fui también llovía, y como siempre, me senté a su lado sin pedir permiso.

La más frágil de las estatuas


Como una inmortal  y firme Mariana, alcanza ya más de siete décadas la estatua a las Madres, ubicada en el parque central de Madruga, provincia de Mayabeque. Pero es, también, un monumento que mantuvo un secreto muy bien guardado hasta la pasada semana.
Mientras trabajaban en un proyecto de reparación de la escultura, especialistas del Museo Municipal y el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología (CENCREM), descubrieron que estaba hecha con papel maché. Para garantizar su fortaleza, la figura, que representa a una madre con su bebé en brazos, posee solo un recubrimiento de cemento.
Según Carlos Miguel Suárez Sardiñas, historiador del municipio, constituye la única obra conocida en Cuba, hasta el momento, con estas características, y se le atribuye a Daniel Boada, escultor del Cotorro. La obra fue encargada por la Logia Masónica “José de la Luz y Caballero”, del propio territorio, pero sus archivos no ofrecieron información concluyente sobre la construcción.
“Es un orgullo que nuestro municipio cuente con una estatua única en el país, y que sea, además, una tan simbólica como el Monumento a las Madres. Se nos impone ahora el reto de velar aún más por su cuidado y preservación”, comentó Milagros Barrios, funcionaria de la Dirección Municipal de Cultura respecto al hallazgo.
La obra, que posee una altura de dos metros, constituye el centro de cada actividad municipal por el Día de las Madres, y es uno de los principales símbolos de los parques madrugueros, ya que en el poblado de Aguacate existe otra semejante. Actualmente se trabaja en el estudio de esta última.
El papel maché, que se comenzó a usar en China en el siglo II después de Cristo, se utilizaba en sus inicios para hacer objetos útiles, tales como bandejas y juguetes. En el medioevo hubo una etapa donde la técnica se empleó en construcciones más grandes como casas o castillos, debido a su relativa durabilidad, refiere la Enciclopedia en línea Wikipedia.
En la actualidad, los proyectos a gran escala más renombrados son un barrio de casas prefabricadas en Alemania y una iglesia en Noruega. Es muy famoso también el parque "Tarot Garden", en Italia, de la artista Nikki De Saint Phalle, pero existen muy pocos precedentes de obras como la nuestra en el orbe.

miércoles, 6 de junio de 2012

Che for sale

«Lo han cubierto de afiches, de pancartas, de voces en los muros […] Lo han transformado en pieza de consumo, en memoria trivial, en ayer sin retorno… Y quizás han resuelto que la única forma de desprenderse de él o dejarlo al garete es vaciarlo de lumbre, convertirlo en un héroe de mármol o de yeso, y por lo tanto inmóvil».

Son las ideas que motivaron a Benedetti a escribir estos versos las que nos hacen cuestionarnos: ¿Dónde está el Che? ¿A qué lo han reducido? ¿Es aún ese caballero sin miedo y sin tacha del que escribió la poetisa, o una pésima imitación que viaja el mundo, lo mismo en un pulóver que en un llavero?  El afán de lucro ha transformado a uno de los rostros de América en un rentable negocio.

La figura histórica del Guerrillero Heroico ha pasado a ser sucesivamente un héroe, un símbolo, un mito y más recientemente, un ícono mercantil; y es que mientras en muchos países su imagen aún representa los ideales de una juventud progresista y revolucionaria, y encabeza manifestaciones desde una bandera; en otras ocasiones es llevado y traído, como un souvenir, en mochilas, gorras, cajetillas de cigarros, bebidas e incluso bikinis.

Cuba no escapa a este fenómeno, e incluso se podría afirmar que es uno de los países donde más se explota el atractivo comercial del Che, comenzando por la institución Promociones Artísticas y Literarias S.A. (Artex) y culminando en los artesanos cuyas ventas van dirigidas al sector turístico.

A pesar de la consabida importancia que tiene el turismo en nuestro país como principal renglón económico,  no considero una decisión acertada la utilización del impacto y renombre universal del guerrillero argentino como una estrategia de mercado para elevar la venta de artículos artesanales.

El propio hecho de ponerle un precio a su imagen lo despoja de su dimensión de luchador y combatiente revolucionario. Poco a poco lo convierte en un apéndice a la lista de estereotipos que ya definen a Cuba en el mundo: ron, tabaco y mulatas.

Si analizamos el problema desde su raíz debemos tomar en consideración las opiniones de varios estudiosos del tema, quienes afirman que la industria cultural transformó la silueta del comandante en un mito, con el objetivo de desvanecer su pensamiento desde el propio año 1967.

Desde que se comenzó a saturar el mercado con su estampa para tratar de desgastarla, la persona del Che ha dado paso a un ícono incontrolable, que se multiplica siguiendo las reglas del libre comercio global, ajeno a las ideas por las que él mismo luchó.

El elemento utilizado con más frecuencia es la imagen tomada por Alberto Korda en marzo de 1960, en el entierro de las víctimas de la explosión de La Coubre, y denominada por el Instituto de Arte de Maryland, Estados Unidos, como "la más famosa fotografía e icono gráfico del mundo en el siglo XX".

Cuando el irlandés Jim Fitzpatrick realizó una versión modificada del retrato, en blanco y negro, que es actualmente una de las más reproducidas, Korda nunca exigió derechos de autor. Sin embargo, sí los reclamó una vez para evitar que la imagen fuese usada en un anuncio de vodka. El fotógrafo nunca permitió que se comercializase con la figura del guerrillero.

Por el contrario, su voluntad ha sido cualquier cosa menos respetada, ya que actualmente el mercado internacional se encuentra saturado de un Che reducido a mercancía, con elementos como un perfume para hombres que lleva su nombre, o un tipo de fosforera norteamericana muy famosa que utiliza su imagen, al igual que varios anuncios de una marca de vodka llamada Smirnoff.

La solución está, al menos en nuestra isla, en no darle tanta prioridad a la promoción de su imagen, sino más bien de su historia y sus ideales, porque hay aún quien lleva su rostro tatuado y piensa que era cubano de nacimiento, o incluso ignora cuán grande fue de corazón y profundo de pensamiento.

Solo rescatando lo que significa y representa verdaderamente Ernesto Guevara para Latinoamérica y el mundo, podremos detener el alud mercantil que se propone reducirlo a un producto más en la vorágine de una sociedad de consumo.